Ya han pasado unos meses desde que terminamos Mindful Steps, un intercambio Erasmus+ que nos llevó a recorrer el Camino de Santiago de la forma más especial posible: con un grupo internacional de chicos y chicas increíblemente motivados, en unos calurosos días de julio en los que no había prisa para llegar a ningún destino.
Y es que esta vez la meta no estaba en Compostela, de hecho nos quedamos muy lejos de Santiago. Tampoco era ese nuestro objetivo. Durante esta semana de intercambio nuestro viaje giró en torno a la salud mental y el mindfulness. Nuestro objetivo fue crear un espacio para la autoreflexión, la conexión con el aquí y ahora y con el maravilloso entorno natural de las montañas del Bierzo. ¡Y vaya si lo conseguimos!
Comenzamos sin prisa ninguna en la zona vieja de Ponferrada, donde los dos primeros días los dedicamos a conocer lo básico sobre la ruta y sobre nuestros compañeros de viaje, llegados de Grecia, Estonia y Rumanía. Como buenos anfitriones, preparamos un montón de actividades para descubrir la ciudad, que coincidió con una de las épocas más especiales del año, durante las Noches Templarias.
Al tercer día, acabadas las excusas y con un buen madrugón, nos tocó ponernos en marcha rumbo al Camino de Invierno, esa ruta alternativa que atraviesa Valdeorras y que tantos buenos recuerdos nos trae. El primer día de peregrinaje nos llevó por decenas de pueblecitos hasta el Castillo de Cornatel, donde pasamos la noche en el solitario albergue de Villavieja, sin cobertura móvil, sólo para nosotros y bajo un manto de estrellas.
En este momento del recorrido, rodeados de pura naturaleza y nada más, fue el lugar para sumergirnos en actividades de meditación, con juegos de cartas y reflexiones por grupos. Al día siguiente, tras conocer el interior del castillo de Cornatel, continuamos nuestra ruta hasta el lago de Carucedo, donde pasaríamos los próximos días y hasta el final del viaje.
Lo verdaderamente único de este proyecto fue que los participantes pudieron probar a dirigir ellos mismos las actividades. Así, Ioana de Rumanía nos dirigió no una, sino varias meditaciones guiadas, un ejercicio tan interesante como poderoso para el bienestar y que para muchos fue algo totalmente novedoso. Gedi de Estonia nos dirigió una clase de yoga frente al lago de Carucedo y Astrid condujo una clase de baile improvisado. Fue muy interesante, porque pudimos apoyarnos mutuamente en el aprendizaje y participar en las iniciativas de los demás.
Hay que reconocer que la dinámica de este grupo de peregrinos Erasmus+ fue increíble, muy proactiva, incluso nos pareció que podríamos hacer una ruta mucho más larga con ellos. ¡Así que la próxima vez será! También es para destacar que de todos los grupos que hemos acogido, éste fue de los más interesados en aprender sobre un estilo de vida saludable. La curiosidad y pasión de unos motivaba a los demás a seguir adelante y aprender sobre nuevos hábitos saludables: conexión con la naturaleza, alimentación sana (comieron toneladas de fruta) y mantenerse en movimiento haciendo diferentes deportes.
Además de la mítica ruta por Las Médulas y sus cuevas y túneles romanos, hubo tiempo para jornadas de voleyball y una preciosa tarde de kayaks por el lago de Carucedo. Incluso hicimos un reto de 24 horas sin teléfono en el que varias personas decidieron quedarse sin el móvil durante varios días, guardándolos en una caja para de verdad estar al cien por cien presentes durante la experiencia.
Con el paso de los días, todos fuimos notando cómo ese equilibrio entre cuerpo y mente se fortalecía, permitiéndonos disfrutar del presente sin distracciones. Cada conversación, cada kilómetro recorrido, y cada momento de silencio compartido fue una oportunidad para redescubrirnos, para conectar con lo esencial y para llevarnos aprendizajes que sin duda nos acompañarán en el futuro. La magia del Camino de Santiago no está solo en llegar a Compostela, sino en los pasos que damos y las personas con las que los compartimos. Sin duda, este no será el último.
¡Hasta la próxima aventura Erasmus+!
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